sábado, 1 de agosto de 2009

Curvina

Hace mucho tiempo de chico recorria el camino de Ostende a Pinamar por la tierra y esos lugares desolados, estaba el viejo hotel semi abandonado, los restos del gimnasio en la arena de unos chinos que habian estado en otros tiempos, poca gente y el mar maravilloso de los ojos de pequeno.
Mi tio con su andar cansino haciendo todos los dias ese sendero de la casa al mar a buscar almejas para encarnar y como decia con su vozarron inconfundible "a pescar la curvina".
Horas frente al mar esperando y de pronto la pesca, la alegria y el seguro plato fantastico de la tia Josefina una hermosa mujer que reivindico con el tiempo.
Osvaldo asi se llamaba el gigante media como dos metros, me llevaba al mar todos los dias. Hablando de las gentes, las suyas y las mias y las anecdotas interminables de fantasia o realidad poco importa, lograba toda mi admiracion, sentado a su lado en la arena y tambien en largos silencios de contemplacion, maravilla.
Hoy parece tan lejos pero que presente que esta, sus ojos transparentes, su integridad y la ensenanza de esos silencios y del aprendizaje que recien ahora quizas comprenda.
Un dia tempranito salimos a caminar, a buscar un arbol; para plantar en la casa.
Y como todo, una ceremonia hacerlo y dejarme compartirlo "tener un hijo, plantar un arbol, escribir" eso decia el viejo lobo cansado pero reviviendo bajo el sol de primavera en Ostende.
Y yo me emocionaba, como hoy, sentia que era parte de esa historia, una historia que perduraria como decia el tio para siempre.
No en el arbol ni siquiera en "la curvina" sino la vida de ese viejo magico que me regalo parte de su alma.

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